viernes, 11 de octubre de 2013

Gastelaitxu, historia de un buzón - Matilde Sanz Rebato




Entrar en el coche y poner dirección a... Sé la zona a la que voy pero no sé exactamente dónde acabaré. Es un hecho cada vez más frecuente. No importa si, despistada, equivoco la carretera y me voy por otra diferente a la prevista. Se cambia de monte y ya está. Problema solucionado. Total, siempre hay cosas por descubrir. 


La idea inicial era subir a Ariztieder, desde Markina o alrededores. Y luego, improvisar. Así que llegué a Ubilla, saqué unas fotos a su imponente fachada, y subí en coche hasta el caserío Arrate. Y allí empieza la historia. En lugar de girar a la izquierda, haciendo caso al poste direccional que allí mismo se encuentra y subir directamente a Ariztieder, opté por tirar carretera adelante hasta llegar al cruce con el centenario Ituiño. No podía dejar pasar la oportunidad de volver a subirlo. Novedades en su ladera, en forma de rampas vertiginosas que alguien utiliza para tirarse en bici. Llegar al buzón y volver a bajar.



Me encuentro una chica que aprovecha el buen tiempo para remolonear un poco al sol a la entrada del caserío Ituiño. Hablamos y… ¡ya está!, me hace morder el anzuelo. Cuenta que más adelante, cobijada bajo una imponente haya, hay una ermita llamada Santutxu, dedicada a mi buen amigo el Ángel de la Guarda. Sí, mi muy mejor amigo, porque como acostumbro a explicar, “le doy mucho trabajo y siempre le mantengo ocupado, sacándome de buenos líos”, y quien no me ha fallado nunca. Nire aingeru guardakoa y una preciosa haya: combinación irresistible.




Así que, una vez en la bonita campa, veo un panel explicativo de la GR 38 que por allí pasa, al que me acerco para leerlo. La historia que cuenta me hace sonreír. Y estando en ello, se acerca al lugar un hombre ya mayor, acompañado de un perro. Charlamos y le pregunto por la razón de que la ermita esté adornada con copas deportivas. Me explica que son ganadas a los bolos y me enseña la encantadora bolera que tienen allí mismo aunque, me dice, es solo un lugar de entrenamiento; el equipo de bolos juega en Elgeta. Le comento que voy a subir el monte en cuya ladera se halla la ermita, el Gastelaitxu (371 m), y me advierte de que allí no voy a encontrar nada. Nos despedimos y subo, a pesar de todo, a la pequeña cima. Efectivamente, allí no hay nada más que roca y encinas. Bajo por la otra vertiente y prosigo mi camino.


Y como quiera que la fortuna estaba de mi lado, me volví a cruzar de nuevo con Antonio, esta vez sentado en un balancín hecho por él mismo como me comentaría, a la puerta del caserío Lauzirika. Aproveché esta nueva ocasión para sugerirle subir una de aquellas bonitas copas, que están dentro de la ermita, a la cima del monte para utilizarla como buzón. Me sonrió y me dijo que el monte no era importante, que se trataba de una cima desconocida.


Así que, con idea de sacar a la pequeña cima de su anonimato, cuando llegué de vuelta a casa recogí los datos y fotos que había reunido y tras consultar algún libro, le pasé la referencia a Javi, propietario de la página mendikat. Y prometí que, una vez publicada la reseña, volvería de nuevo donde Antonio a entregarle la prueba de que su pequeña cima había entrado en el pequeño universo de los montañeros que, como yo, buscan cada vez que salen a la montaña sitios nuevos que descubrir.

Y la historia siguió su curso. Y Antonio puso manos a la obra e instaló una copa, con su cobertizo y todo, en la cima de Gastelaitxu. Y los integrantes del grupo de montaña de Artibai, animados por Abel Ibarluzea, sobrino de Antonio, y un buen número de acompañantes, inauguraron el nuevo buzón el día que, anualmente, se celebra la festividad de Santutxu, concretamente el 4 de agosto.


Fue un gran día, el punto final de una entrañable historia. Sus protagonistas puede que pasen al olvido pero allí quedará, para que generaciones venideras lo disfruten, la copa-buzón y el cariño que Antonio puso al colocarlo.

PS Muchas gracias a Marisol Ibarluzea, por hacer de enlace entre “el tío Antonio” y la autora de este escrito y por haberme “chivado” que ellos conocen, de siempre, la cima como Gastillabixe.

Ah!, y por cierto, subí Ariztieder después de una vueltilla de más de 5 horas en total.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonita la historia!!!

Anónimo dijo...

Hola!!!
Soy la chica que "aprovechaba el buen tiempo para remolonear al sol" en Itxoino.
De casualidad he encontrado este artículo y resulta que soy una de las protagonistas!! Me ha hecho mucha ilusión! una historia realmente bonita.
Suelo pasar casi todos los domingos por Gastillabixe.
Muchas gracias!!