viernes, 26 de febrero de 2016

Ruth Craven, así ha sido


La primera vez que escalé en roca fue en Escocia, un día soleado de marzo (que no es muy común, por cierto), al lado del mar. De las vías que hicimos ese día en top rope, me acuerdo especialmente de una: un diedro que no podía subir y me puse a llorar, no porque tuviera miedo sino porque quería entender sus secretos. Desde aquel día supe que la escalada y la montaña iban a ser parte de mi vida y que iba a seguir buscando sus secretos. Así ha sido, como trabajo y como ocio, llevando a gente y siendo llevada, con amigos y desconocidos (que muchas veces se han convertido en amigos) pero siempre con ganas y motivación.



Nací en Glasgow en 1982, pero llevo desde los 17 años, más o menos, fuera, excepto unos meses aquí y allí de recuperación de lesiones graves (dos vertebras rotas por accidente de bloque, tibia y peroné rotos por tonterías...). Empecé a conocer sitios montañosos porque, por casualidad, siempre había roca allá donde me mudaba. Estudié en Gales (pizarra de Llanberis, acantilados de Gogarth, paredes de montana de Cloggy) con findes por Peak District, Ben Nevis, Cairngorm, donde empecé a apreciar el peso de tener unos piolets en las manos y llevar unos crampones en los pies.
 
Pasé un año en Francia en Avignon y, gracias al club de montaña del pueblo, seguí mi aprendizaje (Verdon, Presles, Ecrins, Archiane, Calanques, Buoux, Chamonix, Seou, Ceuse, Dentelles de Montmirail, Ceillac, Fressnieres, Devoluy) tanto en invierno que en verano.
 


 
Terminé mis estudios e hice dos inviernos en los Pirineos franceses (Gavarnie, Dent d’Orlu, Sinsat, Seu d’Urgel, Targassone), un verano de mal tiempo en las islas Orcadas al norte de Escocia (nada de roca y mucho piragüismo del mar) y huí de la lluvia a los Estados Unidos, donde trabajé de monitora de montaña y piragüismo con adolescentes (tenía los títulos por haber hecho prácticas de 18 meses en el Centro Nacional de Montana de Gales, Plas y Brenin) y también trabajando en grupos y coaching.
 
Allí me quedé tres temporadas de verano, con dos meses tras el fin de contrato para conocer los sitios míticos de los EEUU (Yosemite, Indian Creek, Joshua Tree, Squamish, Moab, Smith Rocks, City of Rocks, Cottonwood Canyon, High Sierra, Red Rocks), además de vivir y trabajar en el parque más salvaje de todos, the North Cascades, con sus glaciares perdidas, agujas de granito y aproximaciones largas.
 
En invierno pasé una temporada trabajando de guía de piragüismo en las Torres del Paine, Patagonia, y uno en Ecuador. Luego, tras una estancia en la casa de mis padres disfrutando del invierno escocés a tope, aterricé en San Sebastián donde trabajo como profesora de inglés en la academia Lacunza.
 


Aunque os he detallado los sitios que han destacados en los últimos años (hay algunos mas, por cierto) hubiera podido escribir los nombres de amigos con quien descubrí estos lugares, y con quienes he compartido risas y lágrimas, y mas de un bivac muy incómodo.  Puedo hablar de Cameron, con quien hice mil metros de vía de granito perfecto en Mount Stuart, o Mike, que  sujetó mi arnés mientras que meaba en la reunión bajando de Gavarnie, o Claire, que siempre estaba dispuesta a ir a escalar en vez de ir a clase, o Martine, que siempre decía que eran cantos aunque era mentira. Por esta gente y por estos momentos es por lo que he vuelto año tras año al monte, en todas sus estaciones y después de algunos sustos, porque en cada nueva aventura hay algo que aprender y alguien con quien aprenderlo.


En mis cuatros años aquí, he tenido el placer de conocer a mucha gente motivadísima en todas las disciplinas, y he recorrido unos lugares increíbles de la península y Europa (Dolomitas, Ordesa, Val di Orco, Midi d’Ossau, La Grave, Picos de Europa, Montrebei...), aunque aun me queden muchos lugares por descubrir, ¡menos mal! Me han motivado a retomar el esquí (algo que hice de niña en las malas condiciones de tiempo escocesas), a probar carreras de esquí de travesía (con poco éxito, aunque disfrutando mucho), a pensar que una vía de ocho largos es corta (algo que en Escocia parece imposible), y mucho mas... Espero que, por mi parte, haya podido enseñarles algo más que a decir palabrotas en inglés, las que me salen cuando tengo miedo.


Este año en particular ha sido un año increíble. Entré en el Equipo Femenino de Alpinismo de la FEDME en febrero y, en parte gracias al trabajo de los días de concentración, estoy disfrutando de otro tipo de aprendizaje entre estas mujeres tan motivadas y cariñosas.






Hasta ahora hemos tenido concentración, con el apoyo de nuestros sponsors Ternua y gafas Adidas, en el Valle de Tena (esquí), Montrebei (escalada), Chamonix/ Val di Orcco (alpinismo/escalada), Granada (primeros auxilios/entrenamiento físico/escalada) y La Grave (esquí/escalada en hielo) y en marzo vamos a Benasque, a ver lo que el invierno nos regala. Es una oportunidad inmensa para hacer montaña entre chicas, que siempre tiene su toque, y tengo ganas de ver adonde llegamos.




Y recibir el premio Loli Lopez Goñi de la EMF ha sido el colmo de un año magnífico.

Desde mi punto de vista, soy un todo terreno, en términos de grado no destaco, tengo muchos amigos mucho más fuertes en escalada, mucho más rápidos en esquí y con más cabeza, y si me hubieran dicho el año pasado que alguien me aceptaría en la EFA, o me entregaría un premio, me hubiera reído de incredulidad.
 
Alguien me dijo una vez que la persona con más coraje es la que pasa mucho miedo pero sigue adelante. En ese sentido quizás soy valiente, porque muchas veces me he cagado encima en vías expuestas en Ordesa, o de roca mala en Alpes, y siempre encontraba motivación y ganas para seguir. 
 

Casi siempre me encontraréis fuera el finde haciendo algo de actividad, bien sea apretando a muerte en Etxauri, haciendo la friky, respirando a mil en una carrera de esquí, haciendo aproximación larga a una vía clásica o titubeando en una reunión de hielo. Y, lo más importante, compartiendo estos momentos con amigos y amigas, y disfrutando de la naturaleza.
 
Muchas gracias a todas mis cordadas, sabéis quienes sois. También a todos mis amigos y amigas que no hacen monte y que aguantan mis cambios de planes y mis desapariciones tantas veces, de viernes a domingo, sin decir una palabra.
 
Espero que 2016 sea un año tan bueno como el anterior, ¡un año mejor no puedo pedir!



 

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